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Hacia el enigma
Vuelo hacia un cielo tremendamente azul que pinta mis ojos, cubre mis alas, provoca sensaciones y atrae a multitud de sueños que encarnan en pájaros veloces tras mi derrotero. Vuelo hacia el increíble país de la poesía, me disperso en la claridad, hablo con seres tan diminutos que el ojo humano no alcanza a divisarlos, ellos me cuentan secretos de estrellas fugaces y libélulas espaciales, me deslumbran con sonidos de campanillas forjadas en el viento y me convidan con libaciones extraídas de pétalos de rarísimas flores. Calmo mi sed sin dejar de volar, dejándome arrastrar por el clima etéreo y singular, onírico y travieso, vestida de inocencia y liderando, sin habérmelo propuesto, la escuadra de avecillas que eligieron abandonar el asfalto y lanzarse hacia el enigma, para inventar un nido de esperanzas.
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Al comenzar la Segunda Guerra Mundial, Nana continuó con sus estudios, gracias al apoyo de su profesor de música y permaneció en el conservatorio hasta 1950. Luego cantó en pequeños clubes nocturnos, donde Harry Belafonte la daría a conocer posteriormente. Al percatarse de estas 'escapadas' de Nana a los clubes de jazz la echaron del conservatorio, y como ella menciona: Mi maestro me dijo: jazz o clásica, y yo opté por la música.