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Mostrando entradas de enero, 2011

Desvarío

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Trípode que sostiene paradigmas procesión de libélula en receso alambique ejerciendo la mixtura de sabores ambiguos. El arquero abandona la estéril cacería recostado en su luz salva de nubes camposanto impregnado de llovizna. Un toque de clarines y mañana arrebato de alas en la alcoba. ¡Ay de la borrachera que adormece desnudez de   navíos entre   sábanas! Zumban abejas pura miel rebosa el cáliz de mi luna abandonada cuando un vaho de niebla me conmina lumbre de redención desde el naufragio.

La puerta

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LA PUERTA La puerta, aunque descolorida y agrietada,  permanece casi igual a cuando nos mudamos a la casa. ¡Es como si siempre hubiese sido vieja, si bien entonces no lo notábamos o no nos importaba! En el jardín de nuestro fondo, ella separaba (¿o unía)   al patio trasero de la morada del vecino, que al fin y al cabo era el tío Antonio. Había sido su decisión,   conjunta con la de papá, adquirir dos viviendas contiguas, a fin de que los primos nos criásemos como hermanos, vieja costumbre familiar hoy pasada de moda. De modo que la puerta se convirtió, con el correr del tiempo, en   mágico portal que nos conducía a dichosos espacios de libertad, con   límites impuestos solo por nuestra imaginación, entonces desbordante. Y así, el viejo Palo Borracho mutaba en sombrilla protectora en siestas veraniegas. Bajo él, las niñas amasábamos con barro los potajes destinados a las diminutas ollas de aluminio para luego   servirlos en vajilla de loza pintada, entre risas y secreteos. Se su

Calle

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El colmenar despierta y las abejas esparcen sus alas en vigilia sobre pálidas flores pisoteadas dulce amargor espejo y desmemoria. Perfiles y siluetas sigilosas gris sobre gris inmóvil geometría absurdas e impecables en sus celdas con huecos y barrotes sombras vagas. Los dedos del asfalto desperezan lagartijas ruidosas y mecánicas. El polvo se hace trompo en una esquina ovillando colillas y papeles. Los olores se mezclan con los gritos: ¡Diarios! ¡Se lustra! ¡Déme una moneda! El humo negro brota amargo y denso de las fauces de lagartos rugientes. En la calle sudores y pisadas con vidrieras obscenas tentadoras un tango en el café de cierta esquina y un borracho soñando en un portal. (*) ¡Se lustra! Se refiere a los lustrabotas, casi desaparecidos en Buenos Aires aunque todavía subsisten en el interior del país, iban por calles céntricas con sus cajones conteniendo trapos, betún y cepillos, para dejar impecables botas y calzados a cambio de unas monedas.

Sobre un poema de Rosario Castellanos

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Ser de río sin peces, esto he sido. Y revestida voy de espuma y hielo. Rosario Castellanos Una torre de espuma me cobija entre el desmadejado soliloquio de saberme en   orillas turbadoras. Trazo de hielo escribe la derrota del clavel ultrajado. Va conmigo la quietud del rocío estalactitas y candelas preñadas de silencio. Yace el verano en hábitos y risas enebro entre pared y telaraña soporte de vitral enmohecido a contraluz de crudos almanaques. Y yo sin sostenerme en el cansancio del ágora habitada por espectros y responso de rosas en mi almohada.

Soñar, Volar, Creer...

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Se ocultaron dos pájaros entre las hojas pintadas en intenso azul de mi taza de porcelana. Los pude ver, cuando revolvía el chocolate tibio que todas las tardes mi nana Imelda me servía en la mesa ubicada frente al silloncito de mimbre, regalo de la tía Eugenia del Paraguay. Desde la radio, la voz de Doménico Modugno entonaba “Nel blu, dipinto di blu”… Esos pájaros no cantan –me dije al contemplarlos, arrobada-. Debe ser para que los mayores no los espanten. De modo que, quietecita y sin hacer ruido, los contemplé arrullándose con ternura, espaciados sus mimos entre frágiles destellos de luz apenas filtrados en el entramado de las pesadas cortinas, protectoras del impiadoso avance del sol de los veranos correntinos. Una dulce modorra no impidió que me aferrase al pocillo con empeño, cuando Imelda intentó arrebatármelo, creyéndome dormida. Ella sonrió y se alejó hacia la cocina. Ya se había acostumbrado a dejarme yacer en la alfombra tejida con mis ensoñaciones. Continué m